sábado, 12 de diciembre de 2020

La Sabiduría de la mesa de la cocina - Dra Rachel Naomi Remen

 La lectura de este libro me emocionó mucho. De hecho, sigo aún leyéndolo en las noches a mi hijo de cinco años y medio y me complace verlo dormir mientras escucha de mi voz las palabras de la Dra. Remen. Quizás no es un libro para niños, pero sus mensajes son verdaderamente humanos y más allá de la edad o el contexto para el que fueron escritos, destilan la sabiduría propia de alguien a quien bien podría decirle mi hermana mayor, sin que eso implique ningún parentesco o grado de consanguineidad. 

Busqué el libro en español y aunque aparece una versión con el curioso nombre de "Historias para Crecer, Recetas para Sanar", me sigue gustando más el nombre original en inglés, que supongo fue otorgado por la propia autora. El título hace referencia a esas historias llenas de sabiduría que se comparten mientras se comparte un cafecito, unas galletas recién horneadas o cualquier otro bocadillo casero en la mesita de la cocina. Me he imaginado muchas veces a esa señora de cabellos grises que es ahora Rachel y una bandeja de galletitas con chispas de chocolate recién horneadas y una taza de café segoviano nicaragüense. Y bueno, la plática discurriendo sin relojes ni prisas, como aquellas largas conversaciones que tanto recuerdo con mi amigo Julio Monsalvo, el médico argentino que nos dejó físicamente hace pocos días.

Y bueno, a lo que llegamos. Les pondré mi versión de una de las historias que más me ha gustado hasta el momento de "Sabiduría de la mesita de la cocina", sin ánimos de ser oficial, ni de perseguir más objetivos que poner disponible en español una obra excelente y lectura obligatoria para todo estudiante o practicante del arte de curar.

Una etiqueta es una máscara que la vida se pone

Le ponemos etiquetas a la vida todo el tiempo. “Correcto”, “incorrecto”, “éxito”, “fracaso”, “suerte”,
“desgracia”, pueden ser también formas limitantes de ver las cosas como “diabético”, “epiléptico”,
“maníaco-depresivo” o aún más “inválido”. Poner etiquetas es una forma de colocar expectativas
a la vida tan fuerte que a veces puede hacer que no veamos las cosas en la forma en que realmente
son. Esta expectativa a menudo nos da una falsa sensación de familiaridad hacia algo que es en
realidad nuevo y sin precedentes. Tenemos una relación con nuestras expectativas y no con la vida
en sí misma.
Esto me trae a la mente la idea de que podemos sentirnos lastimados por la manera en que vemos la
enfermedad más que por la propia enfermedad. Una creencia es capaz de atraparnos o de liberarnos.
Las etiquetas pueden volverse incluso profecías auto-cumplidas. Estudios sobre la muerte por vudú
sugieren que en algunas circunstancias, las creencias pueden incluso matar.
Es posible que necesitemos tomar nuestras etiquetas e incluso a nuestros expertos, de una forma no
tan seria. Hace algunos años, formé parte de un comité de revisión de la disertación de una mujer en
el medio este de Estados Unidos que estudiaba la remisión espontánea del cáncer. Entre las personas
que contestaron a su anuncio en el periódico donde buscaba personas que pensaran que habían tenido
una experiencia inusual de curación se encontraba un agricultor que había logrado una exitosa
recuperación a pesar de haber recibido un diagnóstico no muy halagador. Mientras hablábamos por
teléfono una tarde me contó sobre él. Ella pensaba que su recuperación asombrosa se debía a su
actitud. “Él nunca se lo creyó”, me dijo ella.
Confundida, le pregunté si él se había negado a aceptar que tuviera cáncer. “No”, me aclaró ella, él no
lo negó. Simplemente tomó la misma actitud hacia su doctor que la actitud que había tenido antes hacia
los expertos en suelos que analizaron sus propiedades. Ellos eran unos hombres educados, él los
respetaba y los escuchaba con mucha atención cuando ellos le mostraban los resultados de los
estudios que habían efectuado en sus tierras y le explicaban que el maíz no iba a crecer en su finca.
Él valoró sus opiniones. Pero, a cómo le dijo a mi estudiante, “Muchas veces, el maíz crece de todos
modos”.
En mi experiencia, un diagnóstico es una opinión y no una predicción. ¿Qué ocurriría si más personas
permitieran la presencia de lo desconocido y aceptaran las palabras de sus expertos doctores de la
misma forma? El diagnóstico es cáncer. Lo que eso significa está por verse.
Como un diagnóstico, una etiqueta es un intento de ejercer control y manejar la incertidumbre.
Puede permitirnos la seguridad y el confort de clausurar algo mentalmente y de no volver a pensar
nuevamente en ello. Pero la vida nunca termina, la vida es un proceso, aún más, un misterio. La vida
sólo es algo conocido por aquellos que han encontrado una forma de sentirse a gusto con el cambio y
lo desconocido. Dada la naturaleza de la vida, puede que no haya seguridad nunca, sino que la vida
sea nada más que una interminable aventura.

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